domingo, 14 de agosto de 2016

Tú eres el profesional

CONFIANZA EN EL PROFESIONAL


Confiamos en nuestros médicos. Ellos son los profesionales. Nosotros leemos y podemos estar más o menos informados, pero ellos son los profesionales. Confiamos en los matemáticos, en los físicos, en los químicos. ¿Confiamos del mismo modo en los psicólogos, en los sociólogos o en los docentes? 

Hace un mes que tengo en mente compartir esto contigo, desde que, en una conversación, una amiga me respondió "tú eres el profesional". Empecé a preguntarme por qué no siento que por el hecho de trabajar como docentes estemos cualificados para ello. 

Se dice que vivimos en la sociedad de la información; atrás quedó la industrial. Hoy, el conocimiento está más al alcance de todos que nunca. Hace unos años, el saber estaba en posesión exclusiva de los expertos: medicina, ingeniería, pedagogía... La gente no tenía más remedio que fiarse de esos expertos. Ahora, cada vez más, podemos acceder a ese conocimiento desde cualquier parte del mundo. Incluso podemos leer artículos de las publicaciones científicas más prestigiosas del mundo. En los últimos años, además, se ha vuelto más probable que un día se deje de cobrar por dar acceso a esas publicaciones. Se habla de la democratización del conocimiento. Eso es estupendo, porque cuanta más gente se informe y se forme, más seremos para aprender entre todos y unos de otros. ¿Eso significa que cualquiera se puede proclamar experto en un área por haberse informado a través de Internet? Claro que no. 

Sin embargo, es posible que en alguna ocasión hayas dejado de confiar en un profesional de los que hablamos. Puede que tu médico te haya decepcionado por haberse equivocado en su diagnóstico o en el tratamiento adecuado, o que no compartas la forma de actuar del profesor de tu hijo, por ejemplo. Esto ocurre ahora más que nunca, porque estamos más informados que nunca.

Pero ¿dónde está el problema? ¿Tu médico ha tenido una formación insuficiente? No lo creo. Además, no estoy capacitado para valorar eso. ¿Y el maestro de tu hijo? Por supuesto que sí. Una formación inicial con grandes deficiencias, en la carrera de magisterio, en la que deberían prepararnos para propiciar el aprendizaje en los niños. Un plan de estudios basado en ocurrencias de este o aquel señor. Hablamos de España y sus universidades, que no son las únicas con este problema, ni mucho menos. Por supuesto, en los procesos selectivos (oposiciones) se pide a los futuros docentes que estudien temarios con esos mismos contenidos; algunos irrelevantes, otros sin ninguna base científica. 

Desde luego, al acabar el grado de maestro puede que hayas aprendido cosas, pero ¿qué cosas? ¿Es lo que necesitas saber para que tus alumnos aprendan lo mejor posible? ¿Se basa en las actuaciones que han probado ser más eficientes y en los estudios respaldados por la comunidad científica internacional?

Antes te hacía una pregunta sobre si hay diferencias entre ciencias como la biología y ciencias como la pedagogía, donde se estudia el trabajo con personas. Está claro que el último caso es muy distinto, pero sí que hay estudios y por supuesto que ha habido avances. Del mismo modo que un médico debe estar al tanto del mejor tratamiento para tu familia, un docente debe formarse e informarse sobre las mejores actuaciones para nuestros hijos. Solo de esta forma podremos compensar la pobre formación de nuestras universidades.

Para acabar, te pido que pienses en esto. Nuestra sociedad tiene que reaccionar y, poco a poco, exigir que se abandone los procedimientos que generan fracaso en la educación. Hay cambios que requieren mucho tiempo, pero hay otros que son inmediatos. Lo importante es mejorar, al ritmo que nos sea posible. En el futuro, quiero sentirme cómodo cuando alguien generalice y diga que los maestros somos profesionales de la educación en los que se debe confiar.


Imagen: Pixabay

lunes, 8 de agosto de 2016

Innovar es arriesgado

INNOVAR ES ARRIESGADO


Innovar es arriesgado. Los docentes no debemos probar indiscriminadamente las dinámicas, los métodos y las estrategias que se nos van ocurriendo o que descubrimos a través de Internet. Los alumnos no están para que experimentemos con ellos. Tienen derecho a la mejor educación que se conozca. Ya te comentaba en una entrada anterior que entre las funciones del profesorado, según la legislación española, no figura la innovación y sí está la investigación. 

Hace poco estuvimos en las IV Jornadas autonómicas sobre Comunidades de aprendizaje. Hablando sobre socialización preventiva, nos contaron lo importante que es en educación distinguir entre evidencias científicas y ocurrencias. Se nos puso el siguiente ejemplo, que a mí me dio escalofríos:

Una maestra de primero de primaria realiza una actividad innovadora. Tienen en clase un catálogo de tipos de abrazos, entre los que figura el abrazo sándwich. Este consiste en que dos personas abrazan a una tercera; es fácil de imaginar. Esta maestra realizaba dinámicas de educación emocional, que está muy de moda. Durante la actividad, los alumnos se tenían que abrazar (según el tipo de abrazo que dijese la maestra). Supuestamente, con esto se pretende mejorar el clima del aula. El problema vino cuando salió a la luz, demasiado tarde, que se había puesto en uno de los sándwiches a una niña con dos niños que la habían acosado días antes para tocar su pubis en contra de su voluntad.

Al oír el relato, me venían a la mente múltiples situaciones posibles que a simple vista podrían parecer inocuas, naturales o incluso beneficiosas y que, en cambio, suponen un gran riesgo para la educación de nuestros hijos y nuestros alumnos. Si quieres leer más sobre este tema, te recomiendo esta entrada.

Habrá quien piense: "Bueno, los alumnos que no quisieran participar en la actividad lo habrían dicho". Pero, por norma general, es muy común que los niños hagan lo que les proponga el maestro sin cuestionarlo, sobre todo cuando son pequeños. 

Hay también quien piensa que, cuando hablamos de niños, no es acoso. O que no se puede llamar agresión, o violencia. Que eso sería exagerar. Pero los niños son personas, con derecho a ser protegidas. No son proyectos de personas, sino personas aprendiendo. Y aprenden mucho de nosotros; no tanto de cómo les decimos que hay que ser, sino de cómo nos comportamos. Si les decimos que hay que abrazarse para llevarse mejor, probablemente nos creerán y lo harán aunque realmente no quieran. Y estaremos de acuerdo en la importancia de enseñar a las nuevas generaciones a elegir buenas compañías y a rechazar el maltrato. 

Esto no significa que no debamos trabajar las emociones; nada más lejos de la realidad. Debemos hablar sobre emociones, sobre qué sentimos y cómo las gestionamos. Tenemos que aprender entre todos a resolver nuestros conflictos mediante el diálogo igualitario. La cuestión no es "emociones sí" o "emociones no", sino qué actuaciones deberíamos llevar a cabo en las aulas. Realizar actividades innovadoras sin saber si se ha probado su efectividad no es profesional. No permitirías que un psicólogo probara con tus hijos, sobrinos, etcétera, técnicas que no se han estudiado, habiendo otras que sí han demostrado ser eficaces. Cambiarías de pediatra si te ofrecen tratar a tu hijo con sanguijuelas, porque ya sabes que la ciencia ha avanzado y hay otros métodos mejores. Tenemos que empezar a dar a la educación la importancia que requiere. 

Estamos de acuerdo en que hay distintos tipos de inteligencia y habrás oído o leído sobre la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner. Lo que debemos diferenciar es esa clasificación de las inteligencias y las distintas prácticas y actividades que muchos recomiendan, ya que no se ha probado su validez y son ocurrencias de unos o de otros. 

Todo esto tampoco significa que no debamos probar cosas nuevas. Es cierto que deberíamos empezar por implantar aquellas actuaciones que han demostrado mejorar más los resultados y la convivencia en distintos contextos. También es importante no realizar prácticas sin saber si son adecuadas; pero la educación, como dicen, tiene parte de ciencia y parte de arte. Hay hueco más que suficiente para ser docentes creativos, sin caer en métodos o dinámicas que pongan en riesgo el aprendizaje (en su sentido más amplio) de nuestros alumnos. Porque no solo nos arriesgamos a transmitirles mensajes erróneos o contradictorios, sino también a ofrecerles un aprendizaje instrumental muy inferior al que podríamos facilitarles aplicando el conocimiento científico del que disponemos hoy.

Si somos profesionales y nos basamos en lo que la ciencia ha demostrado, lógicamente recibiremos con los brazos abiertos cualquier mejora en el futuro. Ahora bien, las nuevas actuaciones deberán demostrar que mejoran el aprendizaje y la convivencia, superando a las que ya son consideradas de éxito por la comunidad científica internacional.

Las aulas están llenas de personas con muchas ganas de trabajar, de formarse y de mejorar las cosas. Sin embargo, muchas veces se dirige la formación del profesorado hacia objetivos terriblemente inútiles para esa mejora que queremos. No solamente la formación que nos ofrecen las administraciones, sino también a través de páginas web, o de otros docentes que tienen habilidades increíbles y nos inspiran, o de empresas que (con ánimo de lucro) promueven el uso de ciertas tecnologías en educación para potenciar este o aquel aspecto del aprendizaje. Necesitamos que los niños de todas las escuelas tengan la mejor educación posible, con lo que la ciencia sabe hoy. Si por algún motivo esto no se promueve desde las administraciones, seremos los docentes y las familias los que daremos más y más fuerza a este cambio.




Imagen: publicdomainpictures.net