Si has leído entradas anteriores, ya sabes más o menos lo que te voy a contar. Sin embargo, me lancé a escribir este texto casi sin poder evitarlo, al ver que realmente es necesario aclarar un par de cosas. La primera de ellas es que hay iniciativas muy serias que se basan en algo más que una buena idea. La segunda, que innovar no es una prioridad. Si quieres, te lo cuento más tranquilamente. ¿Te vienes?
Hace unos días, leí en Facebook una conversación entre dos docentes. Uno le decía al otro que el fallo del proyecto Comunidades de aprendizaje es que se quiere obligar a los centros a adoptar su método y no otro. En este caso, se estaba comparando dicho proyecto con una metodología.
En primer lugar, en los centros educativos que aplican actuaciones de éxito (sean o no sean comunidades de aprendizaje) se aplican metodologías tan diversas como lo son los propios centros y su profesorado. Esto es así porque las actuaciones de éxito no son un método, sino una forma de organización y funcionamiento del aula y del centro que nos da garantías de producir las mayores mejoras en los aprendizajes y en la convivencia. Así que no debe cundir el pánico; puedes formarte, aplicar actuaciones de éxito y al mismo tiempo trabajar por proyectos, con o sin libro de texto, con más o con menos tecnologías de la información, etcétera.
En segundo lugar, nadie dice que haya que obligar a nada. Lo que promueve el proyecto Comunidades de aprendizaje es la idea de abandonar las prácticas que han demostrado generar fracaso y dejar de basarnos en ocurrencias para partir de evidencias, es decir, lo que se sabe que da los mejores resultados en contextos muy diversos. Ese es el punto de partida. ¿Crees que podría funcionar alguna actuación que fuese impuesta al profesorado? ¿Por qué crees que aquellos que se forman en el proyecto Comunidades de aprendizaje suelen ponerse a aplicar actuaciones de éxito y ya no dejan de hacerlo? En mi caso, comencé tras una breve formación inicial y, una vez vistas las mejoras, ni las familias ni el profesorado que se implicó tenemos intención de hacer marcha atrás. Es un avance.
Que la educación no es una ciencia exacta, es algo que todos sabemos. Por eso mismo se necesita estudios de gran envergadura (como el proyecto INCLUD-ED) para avanzar y mejorar con el rigor que las ciencias nos permiten. No nos vale un estudio de laboratorio, ni una experiencia que haya tenido éxito en un solo contexto. Además, para mejorar la educación necesitamos las contribuciones de distintos ámbitos como la sociología, la psicología, la filosofía, etcétera. Un punto clave de todas las ciencias es que nunca se considera acabado su estudio. Siempre se debe seguir investigando, porque lo que hoy sabemos en educación o en química orgánica puede ser refutado, modificado o superado por conocimientos a los que se llegará en el futuro. Nos debemos basar en lo mejor que tenemos a día de hoy, en educación o en medicina. Si mañana se demuestra que hay algo mejor, la comunidad científica internacional lo incluirá entre las actuaciones que generan más éxito.
Que la educación no es una ciencia exacta, es algo que todos sabemos. Por eso mismo se necesita estudios de gran envergadura (como el proyecto INCLUD-ED) para avanzar y mejorar con el rigor que las ciencias nos permiten. No nos vale un estudio de laboratorio, ni una experiencia que haya tenido éxito en un solo contexto. Además, para mejorar la educación necesitamos las contribuciones de distintos ámbitos como la sociología, la psicología, la filosofía, etcétera. Un punto clave de todas las ciencias es que nunca se considera acabado su estudio. Siempre se debe seguir investigando, porque lo que hoy sabemos en educación o en química orgánica puede ser refutado, modificado o superado por conocimientos a los que se llegará en el futuro. Nos debemos basar en lo mejor que tenemos a día de hoy, en educación o en medicina. Si mañana se demuestra que hay algo mejor, la comunidad científica internacional lo incluirá entre las actuaciones que generan más éxito.
Si te han quedado cuestiones dudosas, te recomiendo esta entrada, que recoge algunos bulos sobre el proyecto Comunidades de aprendizaje que circulan por ahí.
Por otro lado, queda la cuestión de la innovación. Quizá llegaste a esta entrada buscando información sobre innovación educativa. Sé que está muy de moda y me encanta la idea de que el profesorado tenga ganas de investigar para mejorar su trabajo. Sin embargo, cuando conocí el proyecto Comunidades de aprendizaje ya estaba inmerso en el mundo de las TIC, la formación y la innovación de la que hablamos. ¿Y qué pasó? Pues que empecé a comparar. No puedo evitar (ahora) exigir pruebas cuando se presenta una nueva práctica educativa. ¿En cuántas escuelas ha demostrado mejorar los resultados y la convivencia? Quiero leer un estudio sobre esa nueva práctica. Hay (cada vez más) quien dice que lo más importante no es aprender lengua o matemáticas, sino aprender a ser feliz y esas cosas. Hay parte de verdad que comprendo en algunas afirmaciones de ese tipo, pero las personas que promueven iniciativas que quitan peso al aprendizaje instrumental suelen preocuparse, y mucho, de que sus hijos sí sean competentes en lengua o matemáticas. No sé si me sigues. Está claro que la sociedad ha cambiado, ha evolucionado, y hay aprendizajes que ya no son válidos o suficientes. Pero no es cierto que no necesitemos los aprendizajes instrumentales en el mundo actual. Simplemente, no es verdad.
Por otro lado, no puedo evitar confiar más en una iniciativa como Comunidades de aprendizaje, promovida y apoyada por universidades de todo el mundo, que otros proyectos de innovación que han sido creados por empresas privadas. Y esto me lleva otra vez a la cuestión de antes: quiero saber en cuántos centros esa forma de innovar ha mejorado los resultados y la convivencia y, sobre todo, si eran centros muy diversos con contextos diferentes. No me vale la innovación que se está haciendo en algunas escuelas que cuentan con grandes recursos económicos, porque entiendo que la educación debe ser para todos. Es más; debe servir para superar las desigualdades sociales que existen.
¿Que si en nuestras aulas probamos cosas nuevas? Claro que sí. Nosotros basamos nuestras actuaciones en evidencias, pero eso no nos impide tomar decisiones con un margen muy amplio en el día a día. Nuestro trabajo lo permite. Alguien me dijo que la educación tiene que tener su parte de ciencia y su parte de magia, esa chispa que se necesita en las relaciones personales, porque trabajamos con personas. Para mí, esto incluye pequeñas innovaciones que vamos probando en el aula. Lo importante es que seamos críticos con qué prácticas vamos a aplicar con nuestro alumnado, porque no debe ser sujeto de experimentación. Innovar puede ser arriesgado, así que es nuestra responsabilidad no poner en peligro el aprendizaje (y el futuro) de esas personas que están a nuestro cargo.
Si quieres leer más sobre innovación e investigación, te recomiendo esta entrada, en la que te cuento más detenidamente cómo nos podemos situar ante esos dos conceptos.
Por otro lado, queda la cuestión de la innovación. Quizá llegaste a esta entrada buscando información sobre innovación educativa. Sé que está muy de moda y me encanta la idea de que el profesorado tenga ganas de investigar para mejorar su trabajo. Sin embargo, cuando conocí el proyecto Comunidades de aprendizaje ya estaba inmerso en el mundo de las TIC, la formación y la innovación de la que hablamos. ¿Y qué pasó? Pues que empecé a comparar. No puedo evitar (ahora) exigir pruebas cuando se presenta una nueva práctica educativa. ¿En cuántas escuelas ha demostrado mejorar los resultados y la convivencia? Quiero leer un estudio sobre esa nueva práctica. Hay (cada vez más) quien dice que lo más importante no es aprender lengua o matemáticas, sino aprender a ser feliz y esas cosas. Hay parte de verdad que comprendo en algunas afirmaciones de ese tipo, pero las personas que promueven iniciativas que quitan peso al aprendizaje instrumental suelen preocuparse, y mucho, de que sus hijos sí sean competentes en lengua o matemáticas. No sé si me sigues. Está claro que la sociedad ha cambiado, ha evolucionado, y hay aprendizajes que ya no son válidos o suficientes. Pero no es cierto que no necesitemos los aprendizajes instrumentales en el mundo actual. Simplemente, no es verdad.
Por otro lado, no puedo evitar confiar más en una iniciativa como Comunidades de aprendizaje, promovida y apoyada por universidades de todo el mundo, que otros proyectos de innovación que han sido creados por empresas privadas. Y esto me lleva otra vez a la cuestión de antes: quiero saber en cuántos centros esa forma de innovar ha mejorado los resultados y la convivencia y, sobre todo, si eran centros muy diversos con contextos diferentes. No me vale la innovación que se está haciendo en algunas escuelas que cuentan con grandes recursos económicos, porque entiendo que la educación debe ser para todos. Es más; debe servir para superar las desigualdades sociales que existen.
¿Que si en nuestras aulas probamos cosas nuevas? Claro que sí. Nosotros basamos nuestras actuaciones en evidencias, pero eso no nos impide tomar decisiones con un margen muy amplio en el día a día. Nuestro trabajo lo permite. Alguien me dijo que la educación tiene que tener su parte de ciencia y su parte de magia, esa chispa que se necesita en las relaciones personales, porque trabajamos con personas. Para mí, esto incluye pequeñas innovaciones que vamos probando en el aula. Lo importante es que seamos críticos con qué prácticas vamos a aplicar con nuestro alumnado, porque no debe ser sujeto de experimentación. Innovar puede ser arriesgado, así que es nuestra responsabilidad no poner en peligro el aprendizaje (y el futuro) de esas personas que están a nuestro cargo.
Si quieres leer más sobre innovación e investigación, te recomiendo esta entrada, en la que te cuento más detenidamente cómo nos podemos situar ante esos dos conceptos.
[Imagen: Pixabay]